Por: PEDRO PAGADOR SUÁREZ
En un principio el
poder no fue democrático, era despótico, del griego “despotes”, que significa
“jefe” ó “amo”, Después vino la “monarquía”, mando unipersonal. Al mando único
lo sustituye la “oligarquía”, mando de unos pocos, viene del termino oligoi que
significa “pocos”, con frecuencia eran los colaboradores del jefe o monarca.
La democracia, palabra
compuesta de los términos griegos “demos (pueblo)” y “kratos (poder)”, nació en
Atenas, la democracia es el poder del pueblo. Las polis griegas fueron ciudades
independientes cuyo sistema democrático se basaba en una asamblea en la que podían
participar todos los ciudadanos, bueno, las mujeres y los esclavos no entraban
en esa categoría, en estas asambleas nombraban a aquellos que debían desempeñar
los cargos públicos.
Este poder fue
construido de forma artificial y en cierto modo tardío pues se basaban en las
arbitrariedades de los que en ese momento estuviera en el poder.
Se tardó siglo y medio,
años 620 y 593 antes de Cristo, en construir las bases de lo que sería la democracia
moderna, cuando Dracón y Solón
elaboraron las primeras leyes fundamentales, gracias a estas leyes se instaló
la distinción entre las leyes de la Naturaleza y las leyes puramente humanas.
A partir de entonces
los atenienses fueron gobernados por un nuevo poder abstracto e impersonal al
que llamaron nomos “norma”, la persona que accedía al mando ya no podría
gobernar a su arbitrio sino en el marco de la ley.
Después de esta breve
historia de cómo se creó la democracia, veremos, según mi opinión, en que ha
quedado este sistema de gobierno.
La palabra democracia,
por mucho que se le magnifique, significa poco,
porque lo importante es ver lo que lleva dentro, esta palabra niega
justo lo que afirma.
¿Dónde está la democracia?
¿Dónde está? – Reflexión de José Saramago (Premio Nobel 1998)
Es normal que todos tengamos nuestras preferencias políticas, cuando convocan elecciones podemos votar, escuchamos a unos y a otros, sacamos nuestras conclusiones y votamos, se forma el parlamento y se elije gobierno, a ese gobierno le damos el poder, pero ¿Qué poder?.
Todos sabemos que el poder está en otro lado, es el económico, el financiero, al que no se vota, el económico es el poder verdadero, presionando, exigiendo, asfixiando a los llamados países democráticos.
Después de hacer una inversión descomunal para elegir un gobierno “democrático” nos venos rehenes de lo que decida el Fondo Monetario internacional, que no hemos votado, de la Organización Mundial del Comercio, que tampoco hemos votado, por no decir de las empresas multinacionales.
Tenemos un sistema democrático regido por un sistema no democrático.
La democracia se ha convertido en un instrumento del poder económico y no tiene ninguna capacidad de controlar los abusos de este poder.
Karl Marx decía que la democracia era una zanahoria colocada en un palo y atada sobre el lomo de un burro para que pretendiendo alcanzarla el burro avanzara y nunca detuviera su marcha con la esperanza de cogerla. Es decir, una entelequia propia del capitalismo que dificulta que el obrero en su condición de esclavo mantenga con su esfuerzo una superestructura que prostituya su condición y vive a expensa de él.
Quizás seamos nosotros,
con nuestras iniciativas, nuestras luchas, nuestros pensamientos, podamos cambiar esta democracia burguesa que
está al servicio del capitalismo.
Fuente:
Antonio García Trevijano
……………………
Por
varias causas concatenadas cuyos eslabones históricos nos dan la perspectiva de la singularidad española en el contexto europeo.
Pero antes de sopesar la cadena que retiene a los españoles en la servidumbre
voluntaria, conviene saber a qué nos referimos con la palabra democracia, un
vocablo que tiene dos significados, dos dimensiones y dos valoraciones
distintas. La democracia política o formal y la democracia social o material.
Aquella se define por la naturaleza no ideológica de las reglas de juego
garantistas de la libertad política. Ésta, por la extensión del campo de
aplicación de la igualdad social.
La
democracia política puede ser definida científicamente por sus dos requisitos
sine qua non: sistema representativo de la sociedad civil y separación en
origen de los tres poderes estatales. El primero lo cumplen en Europa solamente
Suiza, Francia y Gran Bretaña. El segundo, Suiza y a medias Francia, pues su
Gobierno presidencial, necesitado de la confianza de la Asamblea legislativa, no
realiza la separación de poderes.
Acabadas
las experiencias socialistas en Europa oriental, la democracia social ya no
indica un Régimen de poder, ni un concepto definible, pues solamente designa la
tendencia a la igualdad como criterio legislativo.
En
oscilación pendular contra la tradición del Estado autoritario, España ha
pasado a uno de los primeros lugares europeos en igualdad de derechos sociales,
salvo los de prioridad y los económicos, uniendo así la mayor potencia política
de la oligarquía financiera a la mayor demagogia en los partidos, medios de
comunicación y opinión.
Por
lo que aquí se dice, somos el pueblo más izquierdista de Europa. Por lo que se
hace el más derechista.
Desde
el punto de vista de la libertad política, que no tiene, somos el más
reaccionario, es decir, el que menos la quiere tener. Y en lo referente a la
honestidad pública, cuyo primer lugar corresponde a Suiza, España es la más
corrupta. Incluso más que Italia.
En
España no hay democracia por una razón moderna y dos razones tradicionales.
Lo
moderno fue el pacto de la vieja oligarquía económica con la nueva oligarquía
política, fraguada con el consenso entre dirigentes fascistas y jefes de
partidos clandestinos, que impuso, a la muerte de Franco, una Constitución
fraudulenta, elaborada en secreto, aprobada por una asamblea legislativa sin
poderes constituyentes y ratificada en un plebiscito (no referéndum electivo), para salvar en bloque a la Monarquía y a la
clase política franquista, a cambio de olvidar el pasado, licenciar el presente
y entregar el futuro a una sinarquía de partidos y sindicatos financiados por
el erario público y convertidos en órganos del Estado.
Aquel
consenso constitucional, aquella traición a la causa democrática de la
oposición al Régimen franquista, apadrinada por Kissinger y financiada por la
socialdemocracia alemana, repartió todos los poderes del Estado entre partidos
estatales, según la cuota obtenido por cada uno, en elecciones proporcionales
de candidatos obedientes al mandato imperativo del jefe del partido que hace la
listas.
De
este modo, el ganador en las urnas reuniría en sus manos el poder ejecutivo, el
poder legislativo y el poder judicial, sin posibilidad de control, pues también
tendría mayoría en las Comisiones del
Parlamento. Estando prohibido en la Constitución el mandato imperativo, se creó
un Tribunal Constitucional, también designado por los partidos, para impedir
que todas las leyes fueran declaradas inconstitucionales por infringir esa
prohibición.
Y para completar el reparto de poder en el
zafarrancho de las ambiciones, se otorgó carta blanca a los nacionalismos
periféricos, llamando nacionalidades a las regiones y equiparándolas con un
régimen general de Autonomías.
El
reparto autonómico multiplicaría por diecisiete el gasto público y las
ocasiones de corrupción.
Este
Régimen partidocrático tropezaba con la dificultad de ser homologable con la
Europa de los Seis, donde solo contaba con el beneplácito de Alemania. La
Francia de Mitterrand despreciaba la reciente partidocracia española. Italia no
la deseaba como rival mediterráneo.
Y
para que aquí no hubiera democracia vino en su auxilio la primera razón
tradicional. El sacrificio de los ideales políticos a los intereses económicos.
España aceptó su ingreso en la Comunidad Europea a cambio de verse reducida a
un país de servicios, a un mercada para la industria alemana y la explotación
de patentes y franquicias europeas, con una agricultura y ganadería
subvencionadas en función de las necesidades francesas e italianas.
La
segunda razón tradicional de que no tengamos democracia es la razón cultural de
la brevedad de la II República y la duración de la dictadura más allá de la
generación vencida.
El Renacimiento español, sin la potencia del
italiano, el holandés o el inglés, no propició la recepción de la Reforma y
acentuó el absolutismo de La Iglesia.
La
Ilustración española fue ridícula, comparada con la francesa, la escocesa, la
alemana y la napolitana.
La
guerra de Independencia rechazó el afrancesamiento, la cultura ilustrada y la
Revolución.
La
ausencia de Industrialización trajo la sindicación anarquista y el desprecio a
la investigación. La pequeña burguesía se asimiló a la clase obrera.
La grande, a la aristocracia. La profesional a
un modo decoroso de vivir sin pensamiento propio. La vida pública a un modo
deshonesto de vivir sin libertad.
Ante
la quiebra financiera de la corrupta Monarquía de los Partidos, la desarrollada
sociedad civil tiene condiciones objetivas para emprender La Revolución
republicana de la libertad, si la parte más consciente de la sociedad le aporta
las condiciones subjetivas.
…………………………………………………………………
Resumiendo,
esta es la Democracia que domina el mundo con países intervenidos por FMI
auspiciado por Alemania, como son
Grecia, Italia, Portugal e Irlanda. Y España con 25 % de paro, 11
millones de personas en el umbral de la pobreza y los Bancos enriqueciéndose a
costa de todos los españoles.
PEDRO PAGADOR SUÁREZ
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